miércoles, 5 de noviembre de 2014

Excursion en Doñana

Durante mis vacaciones del mes de octubre, realizamos una excursión guiada por el Parque Natural de Doñana. Una experiencia fabulosa en un entorno natural que sorprende por la cantidad de vida salvaje que alberga y los bellos paisajes y ecosistemas que lo configuran.


La excursión se inicia temprano, a las ocho y media de la mañana, partiendo del centro de visitantes en un autobús todo terreno, que en seguida se adentra por las dunas de la playa de Matalascañas, primero de los cuatro ecosistemas que visitamos.

Tomada desde el autobús en la carretera que nos conducía al Parque.



Iniciamos la travesía del Parque por la playa, pero únicamente unos breves kilómetros antes de adentrarnos en las dunas.




Primer habitante del Parque que pudimos ver esa mañana.

El día estaba nublado, y aunque casi no llovíó, la luz nos ofreció algunos espectaculares paisajes.





Las dunas son un sistema vivo y cambiante, de modo que las arenas se desplazan continuamente, llegando a cubrir arboles y plantas. Muchos pinos son sepultados, quedando únicamente visible su copa, como testimonian estas imágenes.





Después de un rato circulando por la pista entre las dunas, paramos un instante y pudimos descender del vehículo. Enseguida descubrimos en la arena huellas de animales. Y se produjo entonces un encuentro inolvidable. A escasos metros de nosotros apareció un zorro que caminaba tranquilamente. No se asustó de la presencia de la gente, pero guardó en todo momento una prudente distancia. Caminó entre los arbustos, se detuvo a inspeccionar algunos puntos, y finalmente continuó su camino.

Primera parada, entre las dunas.


Huellas de animales en la arena


Y aparece nuestro protagonista: un zorro

Concentrado en sus quehaceres...

Nos miró indiferente...



Y continuó su camino



Seguimos con nuestra ruta, y poco a poco atravesamos una zona de pinares, donde descubrimos varias cosas. La primera, el camino que siguen los rocieros en su paso por el parque de Doñana para llegar a la aldea de El Rocío. Este camino está delimitado por estacas de madera en los márgenes de la senda.


Camino de los rocieros...

Después, se fueron sucediendo fugaces encuentro con distintos animales:
Un ciervo...

Un jabalí... Bueno, era una familia pero me dio tiempo a fotografiar uno.

Codornices... muy huidizas

Y en una zona de pinos, el conductor descubrió una cierva, que junto al camino, permanecía junto a su cría tumbada en el suelo. Detuvo el vehículo, y se acercó hasta lugar, donde pudo comprobar que la cría estaba muerta, con evidentes signos de agresión en el cuello y numerosas huellas de arrastre por el lugar. No pudimos bajar del vehículo, pero conseguí recoger el momento con algunas fotos.

La madre se mueve nerviosa junto a su cría, muerta en el suelo junto al árbol.

Nuestro guía inspecciona el lugar.

Y la madre observa temerosa y prudente desde la distancia.


A los pocos minutos de seguir nuestra ruta, ya distinguíamos entre los pinos la inmensa planicie de las marismas, secas en esta época del año. Antes de llegar a ellas, aun tuvimos ocasión de ver algunos habitantes del bosque de pinos, que nos observaban curiosos a nuestro paso.

Las marismas a lo lejos.

Ocultos entre la maleza

Nos observaban con curiosidad.


En nuestro acercamiento a las marismas distinguimos a lo lejos una figura en la copa de unos pinos. Nuestro guía nos informa que se trata de un águila imperial, especie muy protegida y cuyo protocolo exige que nos desviemos ligeramente de nuestro camino para evitar cualquier interferencia en las actividades de estas aves,

A lo lejos se distingue el águila posada en la copa de un pino.

Apenas pudimos acercarnos y mi objetivo casi no alcanza a distinguir la silueta del ave.



Por fin alcanzamos el borde la marisma. Se trata del segundo ecosistema que visitamos en la excursión. Detenemos el vehículo y descendemos.






Detalle de las plantas que dan el color característico a las marismas




Esparcidas por toda la marisma existen puntos de tierras movedizas, conocidos como "Ojos de las marismas", Se trata de manantiales de agua que conforman el terreno como arenas movedizas y se constituyen en una trampa mortal para cualquier animal que se acerque. Lo hay de distintos tamaños, algunos son realmente grandes, de muchos metros de diámetro y varios metros de profundidad. Al borde del camino el guía nos muestra uno abriendo la puerta del vehículo.
Los "Ojos de las Marismas"


En la enorme extensión de las marismas se ven algunos animales atravesándola.






El tercer ecosistema visitado es el bosque de pinos. Durante muchos minutos nuestro camino transcurrió al borde de la marisma, muy cerca de los pinares, permitiéndonos disfrutar de una zona comprendida entre ambos ecosistemas, conocida como "ecotono", y el cual es punto de encuentro de numerosos animales.
















La tercera parada la realizamos junto a unas cabañas, entre los pinos y junto al cauce del río Guadalquivir. Estas cabañas son construidas, con permiso especial, por algunas familias del lugar, que aprovechan algunos recursos naturales y realizan una explotación controlada de los mismos.

Tercera y última parada

Río Guadalquivir

El patio existente entre algunas chozas colindantes

Río Guadalquibir. Barco de recreo para paseos turísticos por el mismo.


Aspecto exterior de las chozas

Detalle de la composición del tejado de las chozas

Reanudamos nuestro camino para recorrer el cuarto y último ecosistema: las playas. En la desembocadura del Guadalquivir había algunos pescadores y mariscadores. Estos últimos buscaban navajas. Para pescarlas introducen sal en los pequeños orificios de la arena donde está oculto uno de estos bivalvos. Al notar el incremento de salinidad en su medio, la navaja interpreta que ha subido la marea, y asciende esperando encontrarse en el medio marino para alimentarse, encontrándose en cambio al descubierto, momento en que se capturada.

Pescador en la desembocadura del Guadalquivir

Pescador de navajas vertiendo sal.


Dejamos atrás la desembocadura del río y nos dirigimos hacia la población de Matalascañas a través de más de treinta kilómetros de playa. El lugar es espectacular. Es una playa inmensa, en estado natural, sin instalaciones, llena de vida. No está permitida obviamente la acampada ni ningún tipo de actividad, pero al ser de dominio público, está permitido el transitar por ella, a pie, en bicicleta o a caballo.

Todas las imágenes siguientes las tomé desde el vehículo en marcha: gaviotas, pagazas, correlimos, y hasta un aguilera pescadora. Todo un desfile de vida natural desplegado en treinta kilometros de playa salvaje.

Naufragio de un barco de hace varios años. El caso se ha partido en dos.













Aguila `pescadora







Servicio de limpieza de la playa






















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